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domingo, 10 de abril de 2016

Un día de muchos.

Hoy he mirado por la ventana…
Sevilla, un bloque de piso de miles, rodeado de otros de cientos.
La cortina está echada, la abro. Observo.
Primer minuto, no veo nada.
Segundo, pájaros.
Tercero, empiezo a ver algo.
Veo como los pájaros que vi en el primero vuelan juntos, uno gira, el otro le sigue, se paran en una rama y se dan toquecitos con el pico.
Un coche se para, se baja una pareja. Discuten. Hablan. Se abrazan. Se besan. Vuelven al coche.
Aparece un hombre con un perro atado. Le quita la correa y empieza a correr con él. Le tira la pelota.
Los pájaros que estaban en la rama se van, se van para llegar a otro sitio.
La pareja del coche ya no está. Hace poco que se fueron.
El perro vuelve a estar atado y camina pegado al hombre. También se van.
Pienso, extraigo. Entonces llego a la conclusión.
Somos momentáneos. Estamos para irnos más tarde. Salimos para volver a entrar, y volver a salir, y entrar… Somos libres cuando los demás quieren o, pensándolo bien, nunca somos libres. Vivimos con la ilusión de serlo algún día, pero con cada día que pasa, una nueva cadena nos ata.
A veces hace falta parar, observar, extraer y concluir.
A veces nos hace falta “ser” un poco más, y “querer” un poco menos.
Siempre nos vamos. Siempre llegamos.

Pero recuerda, lo último que harás será irte, así que llega siempre para algo y que cuando te vayas… no te vayas en vano.